viernes, 27 de febrero de 2009

EL MITO DE LA ALIMENTACIÓN NATURAL



Transcripción de algunos párrafos del libro Nutrición y Salud del doctor Francisco Grande Covián

"Para muchas personas, la adición del adjetivo natural al nombre de un producto alimenticio basta para convertirlo automáticamente en un alimento dotado de extraordinarias propiedades nutritivas, de las que el mismo producto carece cuando no es objeto de tal calificación.

La realidad enseña, sin embargo, que dichas propiedades sólo existen en la imaginación de los creyentes en la llamada alimentación natural. La supuesta superioridad de los supuestos alimentos naturales nunca ha podido ser científicamente documentada, y las propiedades arbitrariamente atribuídas a los alimentos así llamados son, muy frecuentemente, incompatibles con los conocimientos científicos generalmente admitidos en el momento actual.

Paradójicamente, el mito de la alimentación natural consiste, a fin de cuentas, en atribuir a los llamados alimentos naturales propiedades que son de hecho sobrenaturales, sin posible explicación racional.

La primera dificultad con que nos hallamos al enfrentarnos con el mito de la alimentación natural consiste en que no es posible definir con precisión aceptable qué es lo que debemos entender por alimento natural. En un sentido estricto, el calificativo natural solo es aplicable a aquello que se produce espontáneamente, sin intervención de la mano del hombre.

[...] Pero además no todo lo que crece espontáneamente, sin intervención de la mano del hombre, es adecuado para nuestra alimentación. Las setas venenosas que crecen espontáneamente son, sin duda alguna, naturales en el más riguroso sentido de la palabra. Los ejemplos podrían multiplicarse. La cassava (Manibot esculenta), yuca o mandioca, que es un alimento utilizado en las regiones tropicales, tiene una sustancia que produce ácido cianhídrico. Este puede ser eliminado moliendo la raíz de la planta y dejándola secar al sol, o incubándola en agua antes de secarla. La cassava natural es tóxica; deja de serlo cuando deja de ser natural.

[...] Pero además, y esto es menos sabido, los alimentos que consumimos contienen numerosas sustancias perfectamente identificadas químicamente, que no son indispensables para nuestra nutrición. Una patata, por ejemplo, contiene unas 150 sustancias químicas diferentes [...] Algunas de estas sustancias son potencialmente tóxicas, pero afortunadamente se encuentran en muy pequeña cantidad y nuestro organismo posee mecanismos que le permiten, en condiciones normales, neutralizar su toxicidad. Es sorprendente que la preocupación de la sociedad actual por los aditivos alimenticios no se acompañe de una precaución semejante por estas sustancias que podríamos considerar como aditivos naturales. Quizá los partidarios de la alimentación natural creen que por tratarse de aditivos naturales no pueden ser perjudiciales.

[...] Hace cosa de medio millón de años el hombre aprendió a utilizar el fuego y, andando el tiempo, aprendió también a emplearlo para cocer los alimentos. Gracias a ello pudo utilizar para su alimentación productos que antes era incapaz de masticar y tragar, así como productos que contenían sustancias nocivas que podían ser destruídas por la cocción. De este modo pudo introducir una mayor variedad en sus hábitos alimenticios. El antropólogo norteamericano Carleton Coon (1954) ha propuesto que la cocción de los alimentos puede haber sido un factor decisivo en el tránsito de una forma de vida primariamente animal a otra más propiamente humana.

Pero la cocción de los alimentos plantea a mi juicio un problema muy grave para los creyentes en la alimentación natural. En la medida en que en la cocción interviene la mano del hombre puede decirse, con toda lógica, que un alimento cocido ha dejado de ser un alimento natural. ¿Creen los entusiastas de la alimentación natural que debemos vovler a alimentarnos exclusivamente de alimentos crudos?

[...] Los creyentes en la existencia de una dieta natural parecen estar en posesión de información de la que carecemos el resto de los mortales. Esto les permite clasificar los alimentos a su capricho, y es inútil buscar argumentos racionales que justifiquen tal clasificación. Algunos creyentes en la alimentación natural sostienen que un vegetal abonado con estiércol es un producto natural, mientras que el mismo vegetal abonado con un abono inorgánico no lo es. Esta sorprendente creencia, aparte de indicar una lamentable ignorancia de la nutrición de los vegetales, no encuentra apoyo alguno en los estudios realizados al efecto.

[...] Hay también quien cree que una vitamina, por ejemplo, que ha sido obtenida de una planta es superior a la misma vitamina obtenida en laboratorio. Esta creencia indica una descomunal ignorancia de los conocimientos químicos más elementales y debe ser rechazada sin la menos contemplación. [...] En cuantgo yo sé, según explico más tarde en esta obra, nuestro organismo es incapaz de distinguir entre la vitamina que existe en el alimento y la que se encuentra en un comprimido adquirido en la farmacia.

[...] La creencia en la superioridad de todo lo natural, o de todo lo que pensamos que lo es, es a mi entender un reflejo de la creencia en el hombre como rey de la creación, a cuyo servicio está la naturaleza. Es una consecuencia de nuestra concepción antropocéntrica del universo.

Sería exagerado decir que la creencia en la alimentación natural constituye un peligro para la salud pública, pero puede serlo en ciertas circunstancias. Todos conocemos casos en los que el tratamiento de un paciente mediante una supuesta dieta natural impidió descubrir la enfermedad que le aquejaba y poner en práctica el tratamiento médico que quizá hubiera podido curarle.

El mayor peligro de la creencia en la alimentación natural se debe al empleo del calificativo con fines comerciales. Ocurre con frecuencia que el calificativo se aplica deliberadamente a géneros alimenticios de dudosa calidad, que no satisfacen en muchos casos las exigencias de la legislación vigente en la mayor parte de los países. Seducido por el calificativo, el público paga más por estos productos y pone en peligro su salud. La venta de tales productos alimenticios, calificados como naturales, sólo beneficia al vendedor y no al consumidor. Se trata, simplemente, de un fraude"

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